martes, 20 de octubre de 2009
Pablo Neruda
Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.
Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.
Dicen que la nostalgia a veces es buena, y que nos ayuda a rememorar y a recordar cosas que vivimos. Dicen que la nostalgia a veces es mas necesaria de lo que creemos... Pero también dicen que la nostalgia nos conduce directa e ineludiblemente a la tristeza. Y esto, esto es algo que quizá podamos cambiar, pero que yo todavía no he aprendido el modo de hacerlo..
lunes, 19 de octubre de 2009
(8)
No me vengas a humillar con mi pasado, no tengo esa lista de las bocas que he besado, ni el certificado de que nadie me ha tocado. No es el pasado lo que hace que la gente sea correcta, el sentimiento del presente es lo que cuenta.
Mis últimas palabras
Me pregunté si prefería perder(te) a olvidar(te). Me pregunté al cabo de diez segundos, si ambas cosas no terminarían por significar lo mismo. Tampoco me importó. Dejé de pensar, pero no de preguntarme. Ilógico, tal vez. Pero tampoco me importa (ya).
Me pregunté si prefería quedarme al margen o seguir contando en tu vida. Me pregunté si era mejor mirar para atrás con el fin de coger impulso, o de mirar hacia delante ignorando la cantidad de hostias que podrían esperarme si avanzaba. Me pregunté si era eso lo que yo quería, o retroceder y pedirte que cambiaras. Me pregunté si eras de verdad así, o era la vida. Que todo lo jode,deforma,cambia,mueve de sitio y transforma de una manera alucinante. Me pregunté si era aquello lo que tenía que pasar para mirar a la vida con otros ojos, o si simplemente eras tú, viviendo otra vida, preocupándote por ti, por ti, después por ti. Me pregunté si era eso lo que más me dolía, o si era la ausencia de tus ojos en mis ojos. Me pregunté si yo me lo merecía, o si lo que debía hacer era salir corriendo.
Y de alguna manera, lo he hecho. No estoy demasiado lejos, ya sabes, físicamente. Pero en realidad, estamos a años luz. No ya sólo de entendernos, como me gritaba en silencio hace meses. Sino que estamos a años luz de todo, de volver a saber mirarnos a los ojos sin dolernos, de volver a creernos cuando lancemos cualquier palabra, aunque estúpida, al aire que juntamente respiramos. A años luz de oxigenarnos. A años luz de querer aprender de nuevo cómo podemos recomponer(nos), como volver a constuir el muro. A años luz de volver a ser quienes éramos, si es que aquellas dos personas valían demasiado la pena como para compartir tanto tiempo juntos. A años luz de sentarte a diez cm de mí, en la misma alfombra que siempre para sacarme de quicio diciendome que esa no era la película que querías ver. A años luz de volver a compartir las tardes de los domingos. A años luz de marcar nuestro número de teléfono y escucharnos. A años luz de rozarnos la mano o mantenernos en silencio, diciéndonos todo a la vez. A años luz de que seamos personajes importantes, con un deseable guión y un bonito escenario.
Y quizá yo esté todavía a más distancia. Supongo que es así y no me da miedo admitirlo. Tampoco rabia. Podría ser diferente, sí, pero yo estoy bien así, y mentiría si dijera que no me ha costado aprender a no tenerte. Y sobre todo, aprender a restarle importancia al hecho de no poder confiar en ti.
Siempre imaginé que no llegaría este momento, en el de tenerte a mi lado y no querer contarte mis problemas, porque no puedo depositar en ti la confianza que antes me sobraba (y a raudales). Pero es así. Creo que tú también lo has admitido, y estarás de acuerdo conmigo en que no hay nada mejor que eso. Bueno, igual mejor que eso sería que todo fuera más o menos como antes, pero yo ya no quiero eso. Sinceramente, no me apetece, no tengo ganas, y más que ganas, no tengo fuerzas. No puedo volver a empezar de 0, no puedo empezar de nuevo otra casa y comenzarla por el tejado no nos saldría rentable. Por lo tanto, sólo puedo dejarte palabras. Ya no suenan a cariño, tampoco a necesidad, ni a bienestar. Pero tranquilo, yo estoy bien, y seguiré estando bien porque todo está casi en calma. Mi vida no toca la tuya, y es así como quería que estuvieran las cosas. No he tardado demasiado ¿verdad? Nunca quise estorbar, nunca quise estar donde no me tocaba, y menos, donde no me apetecía.
Y entre mis órdenes de preferencia, se encuentra, y en los primeros puntos de la lista, el respeto. Es lo más preciado, lo más importante. Lo que debemos guardarnos aunque los años pasen y no sepamos (re)encontrarnos. Y en otro de los puntos, el esfuerzo mutuo de no volver a recordarnos reproches, ni a mencionar ciertas palabras que escuecen, a pesar de no sentir ya nada. Que el tiempo te cuide.
Yo estaré bien.
Me pregunté si prefería quedarme al margen o seguir contando en tu vida. Me pregunté si era mejor mirar para atrás con el fin de coger impulso, o de mirar hacia delante ignorando la cantidad de hostias que podrían esperarme si avanzaba. Me pregunté si era eso lo que yo quería, o retroceder y pedirte que cambiaras. Me pregunté si eras de verdad así, o era la vida. Que todo lo jode,deforma,cambia,mueve de sitio y transforma de una manera alucinante. Me pregunté si era aquello lo que tenía que pasar para mirar a la vida con otros ojos, o si simplemente eras tú, viviendo otra vida, preocupándote por ti, por ti, después por ti. Me pregunté si era eso lo que más me dolía, o si era la ausencia de tus ojos en mis ojos. Me pregunté si yo me lo merecía, o si lo que debía hacer era salir corriendo.
Y de alguna manera, lo he hecho. No estoy demasiado lejos, ya sabes, físicamente. Pero en realidad, estamos a años luz. No ya sólo de entendernos, como me gritaba en silencio hace meses. Sino que estamos a años luz de todo, de volver a saber mirarnos a los ojos sin dolernos, de volver a creernos cuando lancemos cualquier palabra, aunque estúpida, al aire que juntamente respiramos. A años luz de oxigenarnos. A años luz de querer aprender de nuevo cómo podemos recomponer(nos), como volver a constuir el muro. A años luz de volver a ser quienes éramos, si es que aquellas dos personas valían demasiado la pena como para compartir tanto tiempo juntos. A años luz de sentarte a diez cm de mí, en la misma alfombra que siempre para sacarme de quicio diciendome que esa no era la película que querías ver. A años luz de volver a compartir las tardes de los domingos. A años luz de marcar nuestro número de teléfono y escucharnos. A años luz de rozarnos la mano o mantenernos en silencio, diciéndonos todo a la vez. A años luz de que seamos personajes importantes, con un deseable guión y un bonito escenario.
Y quizá yo esté todavía a más distancia. Supongo que es así y no me da miedo admitirlo. Tampoco rabia. Podría ser diferente, sí, pero yo estoy bien así, y mentiría si dijera que no me ha costado aprender a no tenerte. Y sobre todo, aprender a restarle importancia al hecho de no poder confiar en ti.
Siempre imaginé que no llegaría este momento, en el de tenerte a mi lado y no querer contarte mis problemas, porque no puedo depositar en ti la confianza que antes me sobraba (y a raudales). Pero es así. Creo que tú también lo has admitido, y estarás de acuerdo conmigo en que no hay nada mejor que eso. Bueno, igual mejor que eso sería que todo fuera más o menos como antes, pero yo ya no quiero eso. Sinceramente, no me apetece, no tengo ganas, y más que ganas, no tengo fuerzas. No puedo volver a empezar de 0, no puedo empezar de nuevo otra casa y comenzarla por el tejado no nos saldría rentable. Por lo tanto, sólo puedo dejarte palabras. Ya no suenan a cariño, tampoco a necesidad, ni a bienestar. Pero tranquilo, yo estoy bien, y seguiré estando bien porque todo está casi en calma. Mi vida no toca la tuya, y es así como quería que estuvieran las cosas. No he tardado demasiado ¿verdad? Nunca quise estorbar, nunca quise estar donde no me tocaba, y menos, donde no me apetecía.
Y entre mis órdenes de preferencia, se encuentra, y en los primeros puntos de la lista, el respeto. Es lo más preciado, lo más importante. Lo que debemos guardarnos aunque los años pasen y no sepamos (re)encontrarnos. Y en otro de los puntos, el esfuerzo mutuo de no volver a recordarnos reproches, ni a mencionar ciertas palabras que escuecen, a pesar de no sentir ya nada. Que el tiempo te cuide.
Yo estaré bien.
domingo, 18 de octubre de 2009
Aprovecha
Ten presente que la piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años. Pero lo importante no cambia, tu fuerza y tu convicción no tienen edad. No vivas de fotos amarillas, sigue aunque todos esperen que abandones. Cuando por los años no puedas correr, trota; cuando no puedas trotar, camina; cuando no puedas caminar usa el bastón. Pero nunca te detengas. (Madre Teresa)
jueves, 1 de octubre de 2009
Viejas sensaciones que retornan...
Desde hace años que río...y lloro a la vez. Desde hace años que las personas que más me querían me preguntaban angustiosamente ¿pero, Sara, estás riendo o estás llorando? Entonces yo no respondía, probablemente hacía ambas cosas, sin querer. Lloraba porque mi estado de ánimo se encontraba por los suelos, y lloraba por los nervios que seguramente se habían quedado en mí. Sin embargo, fue hace tres años cuando escuché en una película que cierta persona aprendió a reír llorando, y supe entenderlo. Todos sabemos hacerlo. O al menos eso creo. Porque en muchas ocasiones tenemos ganas de llorar y lo único que sabemos hacer es mostrar o regalar una sonrisa, que en realidad, está lejos de ser una muestra o signo de real alegría. Y es que estamos lejos de ser perfectos, y lejos de la valentía que a veces no utilizamos para pedir ayuda cuando la necesitamos y requerimos. Lejos de todo eso porque preferimos encerrarnos en nosotros mismos antes que gritar o susurrar aquello que nos preocupa y nos quita el aliento y nos llena de ansiedad.
Yo puedo decir que he llorado en soledad y en compañía. Y aunque en soledad me encuentre protegida porque nadie me observa ni nadie advierte mis sentimientos y sensaciones... en compañía he recibido abrazos que han calmado mucho esa ansiedad que siempre he sentido. Odio ese tipo de ansiedad que se ancla a mí cuando mis sollozos llegan a lo más extremo y entonces me cuesta respirar. Y me cuesta seguir llorando.
También un día creí que alguien podía quedarse sin lágrimas... pero supongo, que tristemente, no es así... Siempre quedan lágrimas... Y siempre los ojos cambian, y son distintos. Y entonces llega ese momento en el que antes de lavarte y aclararte la cara y enjugarte esas lagrimas que no han parado de rodar...observas tus ojos...esos que se han aclarado por todas las prticulas de agua que has dejado que caigan... Y si, entonces me miro, y no me gusta lo que veo, no me gustan hoy mis ojos, ni que esten asi, ni que se hayan aclarado, nii que mis ojeras se hayan acrecentado y mi cara hoy exprese tristeza. No me gusta mirarme al espejo cuando me encuentro asi y veo que esa cara no es la que quiero ver por las mañanas. Pero esto es lo que hay, lo que se da cuando hay ansiedad, y llanto.
Yo puedo decir que he llorado en soledad y en compañía. Y aunque en soledad me encuentre protegida porque nadie me observa ni nadie advierte mis sentimientos y sensaciones... en compañía he recibido abrazos que han calmado mucho esa ansiedad que siempre he sentido. Odio ese tipo de ansiedad que se ancla a mí cuando mis sollozos llegan a lo más extremo y entonces me cuesta respirar. Y me cuesta seguir llorando.
También un día creí que alguien podía quedarse sin lágrimas... pero supongo, que tristemente, no es así... Siempre quedan lágrimas... Y siempre los ojos cambian, y son distintos. Y entonces llega ese momento en el que antes de lavarte y aclararte la cara y enjugarte esas lagrimas que no han parado de rodar...observas tus ojos...esos que se han aclarado por todas las prticulas de agua que has dejado que caigan... Y si, entonces me miro, y no me gusta lo que veo, no me gustan hoy mis ojos, ni que esten asi, ni que se hayan aclarado, nii que mis ojeras se hayan acrecentado y mi cara hoy exprese tristeza. No me gusta mirarme al espejo cuando me encuentro asi y veo que esa cara no es la que quiero ver por las mañanas. Pero esto es lo que hay, lo que se da cuando hay ansiedad, y llanto.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)